El estilo de vida de los millenials no debe condicionar su acceso a la vivienda

Gemma Caballé Fabra

Publicado en Diari de Tarragona, 3 de julio de 2019

Los expertos apuntan que la generación millenial (los nacidos aproximadamente entre mediados de la década de los 90 y principios de los 2000) seremos la primera generación que vivirá peor que sus padres. Con independencia de si el motivo de ello se debe al contexto social y económico en que nos ha tocado vivir o a las características y valores de esta nueva generación, en relación al acceso a la vivienda la realidad nos muestra que el actual mercado de la vivienda no está preparado para dar respuesta a las necesidades habitacionales de los millenials.

En general, los jóvenes nos encontramos entre la “espada y la pared” a la hora de acceder a una vivienda por la dificultad de acceder a los préstamos hipotecarios debido, en parte, por la falta de ahorro previo para la entrada inicial, la falta de asequibilidad de los alquileres en las grandes ciudades (dónde precisamente hay más ofertas de empleo) y la falta de vivienda social y asequible en nuestro país. De ahí que cada vez más se retrase la emancipación de casa de los padres o se compartan las viviendas con más personas.

Los millenials hemos crecido con la crisis económica, con el auge de la digitalización y en la era del “hiperconsumismo” y esto inevitablemente ha condicionado nuestro talante. En general, algunas características que se nos atribuyen son que somos poco pacientes y que buscamos la inmediatez (debido, en gran parte, a la tecnología), que hemos perdido la cultura del esfuerzo y sacrificio de las anteriores generaciones y que preferimos vivir experiencias o viajar en lugar de ahorrar. Desde un punto de vista más positivo, a los millenials también se nos caracteriza por ser más conscientes de la protección del medio ambiente y de los animales, de estar más internacionalizados, de estar más familiarizados con la tecnología, de ser inconformistas, flexibles, de adaptarnos fácilmente a los cambios y que valoramos el tiempo libre y la calidad de vida.

A pesar de la pérdida de peso de los valores y principios tradicionales como el esfuerzo y el ahorro entre las nuevas generaciones, hay que tener en cuenta que no resulta sencillo ahorrar cuando se tiene un nivel bajo de ingresos e inestabilidad laboral en un contexto donde el coste de vida es alto y continuamente estamos “bombardeados” con campañas que nos conducen a consumir masivamente y de forma inmediata, aunque sea a precios asequibles. Así como también, a veces el esfuerzo y sacrificio se encuentran poco recompensados si tenemos en cuenta que somos de las generaciones más cualificadas, pero con más precariedad laboral.

De ahí que estos valores tradicionales tan arraigados en la época de nuestros padres y abuelos como el ahorro y el sacrificio hoy quizás se sitúen en un segundo nivel dejando paso a otros valores como la flexibilidad, la solidaridad y saber adaptarse a los cambios.

El mercado inmobiliario y las políticas de vivienda deben adaptarse cuanto antes a las nuevas necesidades de esta generación y facilitar el acceso a las viviendas de los más jóvenes. Por ejemplo, apostando por la diversificación de las tenencias facilitando el acceso a la propiedad y favoreciendo el alquiler asequible, de manera que la decisión de comprar o alquilar no venga condicionada por cuestiones económicas, sino por las características que ofrece cada una de estas tenencias como por ejemplo la seguridad y la estabilidad en el caso de la propiedad y la flexibilidad en el caso del alquiler.