Ciudades vivas
Francesc Garriga Colom
Publicado en Diari de Tarragona, 14 de julio de 2019
Desde hace tiempo que asistimos al debate sobre qué hacer con los locales vacíos, estas persianas permanentemente bajadas que, aparte de afear nuestras ciudades, no dejan de transmitir una sensación de decadencia.
Es habitual encontrarnos con la expresión “el comercio es vida”; y, efectivamente, así es, el comercio da actividad a las calles, les da luz cuando oscurece, les da seguridad y les da limpieza. Pero se ha pasado de unas ciudades llenas de comercio y actividad a tener unas ciudades desiertas. Recordemos que había incluso calles que tomaban el nombre de la mayoría de actividades o gremios que allí se concentraban, como pequeños clústers. Pero como ocurre con las leyes, siempre se actúa a “posteriori” una vez que el problema ya existe y se ha acrecentado, nunca o raramente con actuaciones preventivas.
Dejando aparte el debate de las compras online o si es bueno o malo este tipo de comercio, y a efectos de buscar posibles soluciones, éstas pasan por una Administración (sobre todo local) que se ha de apoyar en la participación ciudadana con voluntad y medios para que, junto con los investigadores, puedan solucionar o paliar el problema.
Aquí me permito apuntar dos posibles soluciones. La primera sería, después de un estudio exhaustivo con un inventario de locales existentes y cuál es su función, delimitar espacios estrictamente comerciales, cogiendo de base o punto neurálgico los mercados y sus alrededores, limitando solo estas zonas, que deben ser potenciadas, peatonalizando la zona y facilitando el transporte público desde los otros barrios o periferia, además de promocionar campañas que nos devuelvan al placer de pasear, comprar, divertirse y culturizarse sin tener que salir de la ciudad hacia polígonos periféricos todos los días y sobre todo los festivos.
Y la segunda posible solución, es permitir y facilitar que todo el resto de locales no comerciales puedan ser transformados en viviendas. En muchos casos, los locales se entregaban con las paredes “peladas”, sin suelos y sin ningún servicio, hecho que puede hacer todavía más fácil convertir el local destinado a una tienda o bar-restaurante en una vivienda.
Evidentemente, estas soluciones sin la voluntad ni la proactividad de la Administración (sobre todo local, insisto) son imposibles, puesto que comportan un cambio o adecuación de las normas. Pero el objetivo vale la pena, que no es otro que tener ciudades vivas, donde sus habitantes se sientan bien y las disfruten. No se trata de volver al burgo medieval, sino de que sean unas ciudades donde puedan convivir los avances tecnológicos con las personas, ciudades sostenibles e inteligentes, teniendo en cuenta que la capacidad de la tecnología se ha de emplear para hacer más eficientes las relaciones humanas. Por ello pedimos que el Derecho sea innovador y flexible, a fin de que se adapte con rapidez a los avances tecnológicos.
Y, para terminar, como dijo Prashant Thawan “para llegar a soluciones inteligentes necesitamos salir de la trampa mecanicista y reduccionista y del modelo de la ciudad industrial. Tenemos que pasar de ver a las ciudades como acuerdos económicos a las ciudades como parte de un ecosistema coherente e interconectado, complejo y adaptativo. Eso es inteligente.”