Los años de la crisis de la vivienda (2007-2019)

Sergio Nasarre Aznar

Publicado en Diari de Tarragona, 2 de diciembre de 2019

Este es el título con el que aparecerá el nuevo libro que he venido elaborando estos últimos ocho años. Lo empecé a escribir en Estados Unidos en 2011, en un contexto de grave crisis y cuando aún no se sabía a ciencia cierta qué es lo que había sucedido. Mientras un profesor de la Universidad de Duke analizaba en sus trabajos cómo la titulización hipotecaria había contribuido a toda aquella situación y lo contrastábamos con el sistema de cédulas hipotecarias europeo, otro me preguntaba, en el coche y hamburguesa en ristre, cómo era posible que un país funcionara con un 27% de tasa de desempleo (como la España de entonces) cuando ellos tenían un 9%, la tasa más alta que él recordase, y no sabían qué hacer. En 2019, ellos con un 3% y nosotros aún con un 17%, empiezo a comprender la dimensión de su pregunta. Vivir en Carolina del Norte por unos meses me permitió contextualizar en primera persona cómo pudo generarse una crisis de estas dimensiones: una sociedad consumista (yard sales, enormes centros comerciales, inexistencia de centros urbanos, pero con el consumidor en el centro de todo) y “comodificada” (también en el ámbito personal y familiar), alarmas semanales de robos en domicilios con resultado de muerte en el vecindario y downtowns peligrosos a partir de ciertas horas, comer y cenar a crédito en restaurantes aunque no fuese fin de semana, cuestiones raciales con impacto en diversos ámbitos de la vida cotidiana, problemas de salud y nutricionales con una sanidad en gran parte privatizada, escasos servicios públicos, enormes casas con vecinos que no se conocen, además de un huracán (Irene) y de un terremoto. Y en ese contexto se había generalizado la propiedad de la vivienda, se impagaron muchas hipotecas en 2007 y se mundializó una crisis financiera que ha tenido sus consecuencias más nefastas en forma de desahucios y, en algunos casos, de sinhogarismo, tanto allí como en el Viejo Continente. Con el agravante de que en España el gobierno aún hablaba en 2009 de “brotes verdes” y no reaccionó a nivel legal hasta 2011, tras importantes movimientos sociales y sorprendentes reacciones por una parte de la judicatura, cuyas consecuencias, de toda índole, arrastramos en 2019. Tras las 650 páginas del libro, una primera conclusión que les dejo es que no puede haber libertad sin regulación. Un Hermes desbocado nos lleva al caos. Pero también que no nos podemos pasar por el otro lado y cortarle las alas al dios del comercio: una hiperregulación intervencionista en el ámbito de la libertad individual (ganada a pulso -y a sangre- en la Revolución Francesa), ignorando lo que necesita el mercado para funcionar, especialmente un mercado tan complejo como el de la vivienda, ha demostrado muchas veces (la más recordada en 1989) que tampoco funciona, y parece que por ahí nos quieren llevar algunos desde 2015. Es necesario siempre hallar un equilibrio entre ambas aproximaciones, lo que no quiere decir que sea fácil. La investigación universitaria pública tiene encomendada esta tarea, así como la de trasladar sus resultados a la Administración y demás agentes relacionados con la vivienda, con el fin de ofrecerles  soluciones alternativas funcionales, alejadas de partidismos y lobbies, siempre interesados. Espero que pronto puedan disfrutar de la obra.